sábado, 30 de enero de 2010

Efemérides

Algunas nos recuerdan eventos del pasado, pero la mayoría de las que “celebramos”, tienen nombre y apellido. Algunas, intentan que recordemos próceres de todos que los colores pretenden adoptar. Próceres que vuelven a morir por indiferencia. Otras, nos son ajenas. Algunas impuestas para recordar hechos que no nos corresponden. Después de todo, para un día “libre” no hace falta voluntad. Voluntad hace falta para levantarse… y trabajar. La excusa de que, “eso no me lo enseñaron en la escuela”, no nos basta hoy. Tiempos estos donde, en el estante en que se colocada la enciclopedia Salvat comprada en Supermercados Pueblo en algunos casos, o la Británica, en el caso de los mas privilegiados, existe hoy un letrero que dice “Google-it!”. No hay excusa para el desconocimiento.

En específico, el caso del día de los presidentes, que anteriormente se le conocía como el día de Washington, estoy de acuerdo. Supongo que para muchos, Washington es solo la cara que aparece en los billetes de a uno. Sabio quien lo cambio a ser el Día de los Presidentes. Así, uno celebra el que prefiere y por la razón que quiere. Por ejemplo, en los tiempos de mi abuelo, mucha gente en PR tenía una foto de Roosvelt en la sala de la casa. En ocasiones, al lado de un cuadrito con el rostro de Jesucristo, no se si era que por ser aquellos tiempos de guerra – como lo son aun – para que cuando se le rezara a uno por el regreso de sus hijos sanos y salvos, el de al lado escuchara… Otros, en el tiempo de mis padres eran locos con Kennedy. A este lo apreciaban por muchas razones, por guapo y joven algunas, por jodedor otros o por librarnos de una catástrofe nuclear los demás. A Nixon hay que reconocerle que tuvo la valentía de reconocer sus errores. Cosa que ningún político del patio ha hecho nunca. A los nuestros, los imagino cuando reciben el sacramento de la reconciliación diciéndole al padre, “perdóneme padre pero yo no peco” a lo que el padre responderá, “Ave María Purísima…”. Otros celebraran a Clinton, tal vez por el tema económico, tal vez por sus interpretaciones con el saxofón y otros por sus interpretaciones con el sexofon, o sea, el cigarro de Mónica. Tengo que admitir que siempre me quede con la duda si el cigarro era un corona, un robusto o un torpedo – los cigarros se nombran por su diámetro y largo, si te quedan dudas, Google-it! -… Yo por mi parte celebro, que el niño engreído de papa, Jorge W. Matojo ya no este en la casa blanca, desgraciados ocho años en que paso mucho y no paso nada. Y del incumbente no sabemos nada aun, pues el político, sino la caga a la entrada, la caga a la salida…

El asunto es, que precisamente ese fin de semana, en PR proclamamos que comienza el verano. No nos importan los solsticios o los equinoccios que definen las estaciones. No nos importa el calendario escolar. Solo nos bastan unas preguntas sencillas. ¿Esta buena el agua? ¿Esta caliente el sol? ¿Están frías las cervezas? Pues vámonos para la playa…

Playa, para mi, es sinónimo de BBQ. Así que dedicare, en este verano próximo a comenzar, algunas entradas sobre este tema. Después de todo, quien se resiste a una buena barbacoa.

viernes, 22 de enero de 2010

$an Val€ntin

No se que a comerciante se le ocurrió la idea del San Valentín. Me imagino que alguno que no tuvo las ventas navideñas como esperaba.
En nuestra niñez, fueron las tarjetitas rojas con cupido o un corazón, que por la parte de atrás decían, “to: Fulanita from: Zutanito”. Mas tarde serian los “tu y yo” o, los “amor es…”. Luego vendrían las tarjetas de plástico, tamaño “wallet” que vendían en la farmacia del pueblo y que tenían pensamientos tales como “si amas algo déjalo libre…” y cosas así por el estilo. Luego, regalar un “cassette” grabado por uno mismo con canciones de REO, Meatloaf, Air Supply, etc. Ya en la universidad, algunos regalos mas sugestivos y provocadores, combinados con alguna mentirilla – aunque al otro día te arrepintieras – podían tener algún resultado “positivo”. Luego de graduado y con trabajo, me costo tiempo darme cuenta de que el peor día para ir a un restaurante es, precisamente, el día de San Valentín. Restaurantes atestados de parejas del otro lado de la isla, como para que no se de cuenta nadie de que andas con la mujer del prójimo. Menús sin carta en ocasiones, el especial del día, para facilitarle la vida al cocinero, pollo, bistec o chuleta. O mejor dicho, una carne, un pescado y un ave te ofrecerán, no esperes algo que le pueda complicar la vida al chef. En una ocasión, nos cruzamos con un famoso y querido boxeador en el restaurante. De más esta decir a quien atendían todos los mozos. Con el atenuante, de que todos los hombres fijaban (mos) la vista en la despampanante compañera del púgil. Casualmente, no pidió caldo de aperitivo, supongo que prefiere el que le prepara su madre…




Luego llegaron los hijos, hijas en mi caso, difícil salir a un restaurante a esperar largas horas, día en semana generalmente, con niños pequeños. La solución, que se ha convertido en tradición, un grupo de parejas amigas, nos reunimos en alguna casa. Los hombres cocinan, las mujeres a lo suyo, se ríen del marido que nunca pisa una cocina, alguno funge de mozo. Algo de música, romántica al principio, ochentosa bailable al final, cuando el vino te llega a los cachetes. Algún declamador aficionado recitara algo. Neruda, Benedetti, José de Diego. Algunas cantantes aficionadas cantaran algo, Lost in love… Los niños comerán su pizza, menú diferente al de los adultos. Para nosotros, algo sugestivo, que se tengan que utilizar los dedos, que se mojen los labios, olores diferentes, chocolate siempre es bienvenido. Fondue de chocolate, buen postre para la ocasión, fresas. Una barra del chocolate que la abuela hacia los días de frío, una taza de media crema, extracto de vainilla, algo de licor, mantenlo caliente… el fondue… Lo que sobre… a la habitación.



Quiero verte niña dibujada,

Con un pensamiento nuevo,

Donde el sol cada mañana,

Brille más,

Y en tu carita pequeña,

Mil caricias, todas nuevas,

Estrellas celestes,

Dibujando en tu mirar…



(Fragmento canción de Kjarkas)

jueves, 14 de enero de 2010

Y tu abuela...

Cuando escuche a mi ex-jefe, que era racista primero y español después, decir “el negro es un animal costero”, me reafirme en que la mayoría de los libros de historia de Puerto Rico eran escritos por poetas románticos y no por historiadores. O, por lo menos, los utilizados en la escuela. Muchas partes de nuestra historia, que al día de hoy, lamentablemente, no se enseñan en las escuelas. Miedo a que? Cordero sumiso en el escudo... Asi somos? No lo creo. Que lo digan los que lucharon en otras tierras por otras tierras, ó los que pasaron por Jayuya en el '50. Ideales diferentes, pero demuestran que, de cordero, nada. Que el puertorriqueño es una unión de razas, la española, la india y la africana, nos enseñarían en la escuela. Como si esa “unión” no hubiese costado sangre y dolor. Algunos años antes en la universidad, el profesor de historia de PR, mientras hablábamos del tema del racismo, nos dijo seriamente, “tengo que admitir que a mi, los negros no me gustan… pero las negras si…”.


Mis bisabuelos por la vía cubana, vasco uno, de Santander otro. De los de acá, desconozco, aunque hay quien dice que mi abuelo materno era mallorquín. Tonos sutiles de racismo en la familia, como en todas. Verdad, que no es motivo de orgullo. Pero la raza negra llegaría por la ruta del amor…

En la cocina – nuestra - se funden razas y culturas, y el repugnante racismo pasa a un segundo plano. Mofongo con camarones al ajillo. Viandas con bacalao. Arroz con jueyes. Arroz con dulce. Sancocho. Filete de res con majado de yautía. Existen pareos inimaginables. Exquisitos. Motivo de orgullo de nuestra gastronomía. Pero, pienso, que es necesario conocerlas en sus particularidades antes de atreverse a apadrinar nuevos matrimonios. Admito que debí haber comenzado por las raíces negras e indígenas de nuestra cultura, pero la cocina española, con tanta historia, no deja de seducirme. Hasta en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, que ronda por mi casa en estos días, hace referencias a sus particulares gustos. Con el racista conocí la paella. En leña, para ser exactos, cantería sobrante del proyecto aquel que se convertiría en el puente mas largo sobre cuerpo de agua en nuestra isla. Me diría, con su usual arrogancia, que luego de hacer el caldo con los mariscos, a estos los podría botar. Caldo corto de un hervor para no maltratar las gambas, langostinos, clamares y mejillones. El soldador nos fabricaría una “paellera” tan grande como los pilotes que sostienen el puente. Abundante aceite de oliva, suficiente para cubrir el fondo. Masas de carne de cerdo y caderas de pollo primero. Cebollas, pimientos morrones, ajos y tomates plum picados pequeños después. Sofríe hasta que doren. Cuidado con el ajo que se quema. Sofríe luego en arroz – grano largo – hasta que este transparente. Azafrán al caldo, hasta que quede como espalda de gringo un verano en Boquerón, por aquello del tema del racismo… Bien distribuido el arroz, añade el caldo, el doble de la cantidad de arroz. En terminos tecnicos, proporcion 2:1. Sal en forma de cruz, como quien hecha la bendición. Coloca los mariscos, como adorno, sobre el arroz. Cuando comience a cantar, baja el fuego. Cuando seque, apaga y tapa. Sirve, come y suda la gota gorda como obrero – jincho, prieto, colorao o café con leche - en pleno proyecto de construcción.