Pienso que la diferencia entre encontrarse con un viejo amigo y un buen viejo amigo, es que con el segundo, fluye espontáneamente, en el recuento de lo que ha sido durante los pasados años, que no todo ha sido color se rosa. Que el pasado y el presente, no han sido perfectos, como tampoco lo somos nosotros y los nuestros.
Pueden, de alguna forma, los recuerdos activar todos los sentidos. Así como los sentidos, activan los recuerdos. Hablando contigo sentía olor a madera recién cortada y no recordaba de donde. Creo que era tu padre. Me pasaba por la mente un Don Quijote de papel mache. Sin duda, que era tu madre.
De caminar descalzo por el fango en las mareas de La Parguera. Del disco de Pink Floyd que no para de dar treinta y tres revoluciones por minuto. Del olor de aquel repelente de mosquitos de la lata anaranjada que comenzaba a sentirse luego de disfrutar del mas hermosos atardecer. De los otros olores que traería la noche. De la lágrima que corría las mejillas de la profesora. De la piel salada y el pelo tieso. Del sonido único de una vela en el viento. Del sabor del ron con lo que fuera y del vino malo no por barato. De la foto que nunca vimos, pero todos imaginamos. De las veces que intente hacer una frita cubana en aquella caseta sobre el mar y que, aunque sin éxito, el resultado apaciguaba el hambre.
Receta que no consigo y que aun intento. Me limito a la combinación que más me gusta y que más me recuerda el placer de aquella primera vez. Carne molida de res coronada con chorizos de lata. Sal, pimienta, ajo en polvo y un punto de pimentón dulce. Mezclado todo a mano. Forma bolas en proporción al pan de hamburguesas que consigas. Sobre la sartén bien caliente, aplasta cada bola y cuece hasta tu punto de cocción preferido. Papas fritas en juliana bien crocantes, un poco de ketchup y una cerveza fría.
En ese encuentro se aclaran dudas que habían quedado. Y nos reímos de alguna que otra cosa que hoy sabemos, fue una tontería.