Fueron muchos meses, semanas, días, horas, minutos de pensar y repensar.
De repasar la vida entera. De deshojar el alma y el corazón tal cual
margaritas. De poner la vida misma en una balanza. De desnudar los
sentimientos. Largos fueron los meses, las semanas, los días, las horas y los
minutos.
Solo. Me encuentro solo, aquí y ahora. Con el alma y el corazón aun, en
carne viva. Pero retollando cual cafeto podado a raso. Con las hojas más verdes
que nunca. De cara al sol. De espaldas a lo que fue. De frente al hoy. Viviendo
día a día. De pie, luego de mucho doblar rodillas.
Solo, aun solo. Pero dice la canción que un final, es el comienzo de
algo. Un instante con dos significados.
Solo. Y solo tú me hiciste entender que para tener futuro no podía tener
presente mi pasado. Que somos parte del mismo temor. Tú, el de ser herida. Yo,
el de herirte. Que hay que ocasiones en las que hay que ponerle freno a las
emociones. Que las heridas se curan con paciencia. Que el silencio que brinda
la soledad te permite ver el lado sencillo de las cosas. Sencillas cosas que
generalmente no se nos hace tan sencillo ver y entender. De ser paciente aun
cuando siento que no hay tiempo que perder. Que la vida nos regala maravillas como
las de coincidir en tiempo y espacio. Me recordaste lo que era vivir sin
egoísmos. Hasta el extremo de entregar la vida misma.
Hoy, en tu sonrisa veo una flor que regaron tus lágrimas. Brota en tu piel
el amor a la vida. Y penetra en mis poros el deseo de vivirla.
Me ensenaste que el silencio basta ante una puesta de sol. Que para
entenderse, no se valen los balbuceos.
Mucho que falta por entender y aprender. Que cocinar con amor para dos o
más es más fácil que para uno solo. De lo demasiado que puede ser una pizca de
sal cuando se cocina en cantidades pequeñas. De que los tiempos son otros, los
que vivimos y los de cocción. Que la temperatura puede estar demasiado alta,
para lo poco y por lo mucho…
Tiempo de ajustes. De nuevos sabores. De nuevas texturas. De nuevos
olores y de nuevos sudores. En la cocina, y fuera de ella.
Llego hasta aquí. Llego hasta hoy por las palmadas en la espalda de un
viejo amigo, por las miradas solidarias de personas de pocas palabras, por las
rodillas y palancas de otros cuantos, por las llamadas inesperadas, por
encuentros revividos y por pura misericordia de quien me eligió y nunca me
rechazara.
Hoy solo, puedo decirte que se comienzan a cocinar nuevas historias en
nuevas cocinas. Solo espero que tú, estés en una de ellas.