lunes, 14 de marzo de 2011

Conservas y Palabras

No se si a ustedes le sucede lo mismo, pero hay comerciales tanto en televisión como en radio que para poder entenderlos tengo que sufrir. Creo que la lectura de La montaña Mágica de Thomas Mann, en su idioma original, resulta menos compleja. Pero ese no es el punto. Ha salido en nuestra tierra una serie de capsulas radiales que me fascinan. Mas aun, por el trabajo que en ocasiones paso buscando alguna palabra que me ayude en mi fin de encontrar la mejor manera de poder comunicarme con vuestras mercedes, o sea con ustedes. Se trata de “español puertorriqueño, atrévete y dilo”, auspiciado por la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. Definitivamente que me gusta un fracatán. Palabras que, por lo menos a mi, se me hacen bien difícil sustituir, sobre todo cuando intentamos transmitir lo que realmente sentimos. Pollina, boquete, frisa, fotuto, macacoa, jalda, pasme y fracatán, son algunos ejemplos. Palabras que llevamos utilizando durante siglos algunas, y otras relativamente nuevas. Papel también juega en esto la tecnología, con un bombardeo de términos nuevos prácticamente a diario, que poco a poco vamos incorporando en nuestra forma de comunicarnos. Y como no, de algunos disparates que logran colarse y no podemos evitar. Yo, por ejemplo, saben ustedes que utilizo el verbo “gugulit”, el cual aun no he podido conjugar, pero seguro estoy, de que todos ustedes lo entienden a perfección. Además, de que me facilita la comunicación con mis hermanos latinoamericanos, que cada vez que no entienden alguna jodida palabra proceden con el gugulit. Lo que encuentro en común en ellas es, la utilización. Todas, en alguna medida, son palabras de uso cotidiano. Y como sabemos, otras que desaparecen, por que lo que no se utiliza, se atrofia, se muere.

Lo mismo sucede con algunas técnicas en la cocina, se dejan de utilizar o se transforman, las olvidamos o las sustituimos por métodos mucho más saludables como añadirle cientos de químicos llamados preservativos – cuidado aquí, que preservativos en otras tierras se les llama a los condones- . Ejemplo de esto son los métodos de conservar los alimentos. Los quesos, los embutidos, el salar y/o ahumar las carnes y pescados, que en otras épocas eran formas de conservar alimentos, son hoy métodos altamente industrializados. Y a pesar de eso, los guardamos en la nevera y se dañan. Métodos que en su carácter artesanal, se vuelven un lujo. En eso, y en otras cosas, admiro a los españoles, que de esos artes milenarios han hecho una industria increíble con el mero hecho, y a fuerza de mucha voluntad, de mantener la tradición. Mientras otras culturas resuelven o intentan resolver esos antiguos problemas en un laboratorio a fuerza de químicos.

Otra de esas formas de conserva es el escabeche. Recuerdo que para esta época de cuaresma, en mi casa no podía faltar algún pescado en escabeche guardado en un envase de cristal que mi madre había heredado de mi abuela. Tradición que aun mantengo, aunque no en el mismo envase, que aun no heredo, aunque confieso que me he visto tentado a solicitarlo y la parábola del hijo prodigo siempre sale a mi encuentro. Un buen escabeche - ni yo tampoco – no se resiste a una vianda, a un arroz blanco con habichuelas, a un pedazo de pan o una simple galleta export soda.

El pescado, si no ha tocado el refrigerador mejor todavía, salpimentado lo paso por harina de trigo, lo sello en un poco de aceite y que se mantenga tierno por dentro, escurrirlo en papel absorbente. En una sartén, aceite de oliva, algunos dientes de ajo que dejo enteros para que el que no le guste los pueda sacar, que el ajo es de esas cosas que se aman o se odian. A fuego mediano, rehogar cebollas, algunas hojas de laurel y pimienta fresca. Terminar el mejunje con un chorro de buen vinagre. Baja el fuego. Acomoda el pescado en una fuente de cristal con el amor de una madre cuando acuesta a su hijo a dormir y arrópalo. Déjalo que duerma, y mientras mas tiempo repose mejor.

Volviendo con el asunto de las palabras y a la macacoa nuestra de cada día, entre los de la jalda y los jaibas que como bueyes cacheteros en yunta, utilizan gabán a cuenta de nuestros vellones, fichas, pesos, chavos y pesetas, que también cobran millaje y que insisten en dejarnos en la prángana y con un chin para vivir, y ante los últimos acontecimientos de estos días, antes de darle con una maceta, les digo que, para maceta yo. Y como realengo que soy, desde este preciso momento y para siempre, juro solemnemente, como ustedes no juraron, que no volveré jamás a utilizar la palabra honorable cuando a ustedes vaya a referirme.

2 comentarios:

  1. mmmmmmm gracias por acordarme comer pescado en escabeche en Semana Santa. Ahora mismo voy yo, una puertorriquena nacida en Nueva York, viviendo en Oregon, hacia el colmado Asiatico a comprar pescado de Alaska, atentido por mexicanos y sirviendole a americanos. Imaginate la mezcla de conservas y palabra q hay aqui.
    Gigi

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