martes, 20 de abril de 2010

Pura Concepción

Cuando el ángel que lleva el nombre de tu nieto, se le presentó a María, también fue engendrado tu nombre…


Recuerdo la vieja casa de madera frente a la gallera del pueblo. En el patio, algunas gallinas sueltas, los gallos, en su jaula. Uno pinto, uno manilo, uno bolo, un paticebo y algunos otros. Mi primo, amolándole las espuelas para luego ponerlos a coger sol, deberán estar listos para el domingo. Mi prima, en su cuarto adornado con pósters de los Monkeys. Yo, sentado en la escalera de hormigón en el balcón, en espera de que fueran las tres de la tarde para tomar café. Tu en la cocina, como siempre, colando el café con una media, e hirviendo la leche en una lata de avena quaker. Antes de decirte que estaba muy caliente, ya lo venias enfriando con otra lata.

– Con mucha espumita, tía, como me gusta -.

Habían pasado algunos años cuando te mudaste al lado del parque. Siempre me tocaba buscar la bola cuando caía en tu patio, y no fueron pocas las veces que la pelota de béisbol chocaba con tu ventana. Fueron muchas las veces que me comí todas las acerolas del árbol de tu casa, con premio y sin premio. Mis primos, con su tocadiscos. El, con los eight-track de la Fania, con aquellos tonos de verde y anaranjado chillones. Y ella, con los discos de Los Ángeles Negros, Sandro y la Corporación Latina. Buscando entre aquellos discos, un día me encontré con uno del loco de mi primo que me intrigaba de sobremanera. Tenía un león en blanco y negro que se fundía con algunas figuras humanas en la carátula y que por su lado leía, Santana…


En la estufa, un sancocho de carne de res que santigua. Dulzón por la calabaza y la batata. Con un poco de arroz blanco para acompañarlo. Carne, con hueso y sin hueso. Sofrito y manteca de achiote. Agua. Maíz, chayotes, yautía, ñame, papas, batata y calabaza en ese orden, para que no se rompan las viandas mas blandas. Hasta que espese, hasta que se te haga imposible ignorar el olor, hasta que la vianda no se resista al tenedor. Un plato profundo, un cucharón de arroz. Come caliente antes que se te enfríe. Necesario sudar la gota gorda. Comer, gozoso.


Nunca me fije en como preparabas las habichuelas, ni aprendí tu receta de los sorullitos, pero para mí, desde el pasado viernes, el primer misterio gozoso del rosario, llevara tu nombre y en el cielo el ángel anunciará que el almuerzo esta listo.

miércoles, 7 de abril de 2010

Rincon

Desde tu balcón se aprecia la vida. El pescador que prepara su red. Los pelícanos en espera de su presa. El árbol centenario con mil historias que contar. El borrachín con su perro y el perro con su amo. La madre con su hijo y al hijo de su madre. Un surfer solitario en espera de la ola de sus sueños. El turista que camina pensativo por la arena mojada. Las olas y las arenas de Silvia. El mar en todas sus dimensiones, tentador e intimidante a la vez. Olas rompiendo que nos recuerdan lo vulnerables que somos. Las ballenas que nadaron miles de kilómetros para danzar al amor y por el amor. Por el tuyo y por el nuestro. El horizonte que se traga al inmenso sol. Las estrellas del cielo y las que el mar multiplica con su reflejo.


Desde tu balcón celebramos mi vida y la alegría de la pascua observando la creación que nos regalo el resucitado. También brindamos, varias veces, más bien, bastantes veces. Reímos. Bailamos al son del “playlist” preparado para la ocasión. La estufa fue mi pareja durante parte de la noche. Pescado fresco, peto para ser exactos, para combinar con los aromas que nos regala el mar. En ruedas uno. Filetes del otro. Trocitos empanados del filete y empanadillas de la carne blanca que se negaba a dejar el espinazo. Sacrilegio desperdiciar algo de pescado por un pescador – y por cualquiera -.

Harina de trigo, huevos batidos y galleta molida. En ese orden, pasar los filetes salpimentados. Aceite vegetal caliente para freírlos. Escurrir en papel absorbente. Comer calientes con alguna salsa a base de mahonesa y limón.

Para el relleno de las empanadas, rehogar en aceite de oliva pimiento, cebolla, un poco de ajo, papas y aceitunas con un poco de polvo de curry, pimentón, sal y pimienta. Todo picado muy pequeño. Agregar el pescado, añadir un chorro de vino blanco. Cuando evapore el alcohol, cubrir con un poco del caldo que preparaste con las cabezas y el espinazo del pescado. Dejar reducir hasta que las papas estén tiernas y listo.

Al momento de partir hacia la ciudad, con el cuerpo extenuado y el corazón satisfecho, desde tu balcón en Rincón y desde la gloria en el cielo, me recordaba Mercedes que tenemos que dar “Gracias a la Vida”.