martes, 30 de marzo de 2010

De Pesqueria

En su Cuba natal le llamaban pesquería - caza es a casería como pesca es a pesquería -. Solían ser de fin de semana. En el grupo no podía faltar el meteorólogo aficionado, el capitán de la embarcación, el especialista en las carnadas y el cocinero. Aunque también uno solo podía hacer ejecutar todas las funciones. Llegaban el viernes a la playa, era el día de llenar los tanques de combustible, aunque las embarcaciones también tenían vela, llevar al barco todas los artes de pesca – cordeles, redes, tarrallas, figas, varas, vicheros y anzuelos - y preparar las carnadas. Siempre había tiempo para tirar un cordelito y buscar la cena. Las fases de la luna, las mareas, el viento, las nubes pasaban a ser el tema de conversación para determinar el plan a seguir el próximo día. Atrás quedaban el trabajo, los estudios y las mujeres.


Ya de madrugada sabían a lo que iban. Podía ser irse de curricán, pesca de fondo o pesca submarina, o todas las anteriores. Alguna que otra vez, se le podía caer al agua un cartucho de dinamita encendido, suficiente para llenar de peces todas las redes. Entrada la tarde, llegarían a alguno de los cayos donde el cocinero preparaba el banquete.


Acá, en el exilio, el punto era la Parguera. La ceremonia de preparar el balajú, parecida. Un Don-Q con Coca-Cola lubricaba la ansiedad y la nostalgia en los adultos. En los niños, la dramamina. Los acompañaba un curtido pescador local, cuyo nombre es el gentilicio de alemán en ingles. Hombre tosco, serio, no tomaba – alcohol -. Aun en los ochenta se resistía a utilizar motor en su yola. Jamás he vuelto a ver un pescador a remo. El conocía todos los fondos, las corrientes y el veril. “El tiempo esta bueno para los dorados”, era mi frase favorita. Al regreso del dia de pesca, nos deteniamos en algun cayo para limpiar los pescados y refrescarnos un poco. Aunque a veces pienso que era requisito de mi tia para evitar el reguero de escamas por la casa.

Desde aquellos días tengo la teoría de que las picúas de la Parguera tienen mejor olfato que los dorados.  No podia faltar que se nos pegara por lo menos una, cada vez que se salia a pescar. Tiempos aquellos en que aun no se hablaba de ciguatera. La hueva – el caviar cubano - la preparaban rebosada para ir picando algo en lo que se preparaba el resto.


Picuas, dorados, petos, atunes y sierras. Durante esta importante semana, una buena sierra significa un buen  escabeche. Cortada en ruedas, salpimentar y pasarlas por harina de trigo. Freírlas en un poco de aceite vegetal, hasta doradas. Escurrirlas en papel absorbente. En otro sartén, cubrir el fondo con aceite de oliva, dorar unos dientes de ajo. Rehogar la cebolla junto a unas hojas de laurel, pimienta negra, aceitunas y unas tiras de pimiento morron. Al final, bajar el fuego, añadir un poco de vinagre de manzana y luego las ruedas de la sierra. Luego, dejarlo reposar en un envase de cristal. Esperar, si puedes. Mientras más días pasan, más sabroso se pone. Para acompañar, una cerveza fria, alguna bianda, arroz blanco, pan, unos tostones o con ná...


Vale la pena llegarse hasta un fondito en la latitud 17º55’05” longitud 67º06’31”, allí garantizado, siempre pica el peje.

3 comentarios:

  1. Pude hasta recordar el olor que salia de la cocina!

    ResponderEliminar
  2. buenisimo, pero yo aprendi con tu papa, QEPD, y todavia preparo la salsa que el me enseno, buenos recuerdos, sigue escribiendo que me encantan tus relatos

    ResponderEliminar