viernes, 3 de agosto de 2012

Hasta Luego

Llevaba yo semana y pico por los EEUU cuando me encontré con una de las mayores muestras de puertorriqueñidad que he visto en mi vida. Jamás pensé que la fuese encontrar en al otro lado del charco. Nueva York por supuesto. Pero no necesariamente, el fin de semana de la parada que se celebra todos los años en la gran manzana. Me basto con cruzar en automóvil una tarde de domingo de verano por el Bronx, mientras transitaba desde Greenwich en Connecticut hasta Manhattan para asistir a una actividad en el Instituto Cervantes con un amigo español.

Vi nuestra bandera en lugares y objetos imposibles de imaginar para mí. En las ventanas de los edificios, un club de motoras Harley, sillas y sombrillas de playa en un picnic, covers de asientos de algún vehiculo en el tapón, bandanas, dados colgados de algún espejo retrovisor, grafitis, tatuajes, recortes de cabello, etc., etc., etc.

Ya en la actividad, no podía faltar una talladora de santos representando nuestra isla el día en que salio “el español en la calle”. A dos días de mi próximo regreso a la isla, ya cuando el salitre llama, comprendía al Gran Combo y su “Verano en Nueva York”. Comprendía luego de pasar algunos días con amigos en Maryland, el porque de los frijoles negros y los mojitos. Del mofongo con chuletas fritas en Philadelphia. Del asopao con un amigo de New Jersey. Del pesco frito con un amigo de Nueva York. Y del arroz con gandules y café en Greenwich.

Jamón, tocino y costillas de cerdo bailando en el caldero de la abuela. Sofrito recién preparado con vegetales comprados en el farmers market, cebollas, pimientos, cilantro, ajíes, ajos. Algunas hojas de orégano mejicano. Manteca de achiote. Sal a gusto. Y café colao, si café colao, puya no, con azúcar. Todo mezclado en la zambumbia de la que saldrá aquel arroz brilloso y un poco prieto. Y por que no, guineos en escabeche pa’pisarlo.

Un 23 de junio del 2012, sábado, cumpleaños de mi hija mayor. Si, la misma que en agosto comienza su carrera universitaria. Luego de regresar de la gran ciudad. La nostalgia en high. Desde Alicante al Caribe. Degustamos algunos excelentes vinos de la madre patria, fuera de regiones muy conocidas. Fuertes, robustos, suficientemente exquisitos como para vencer la tentación de descorchar vinos de mayor fama. Excelente compañía para unas chuletas de cordero que cayeron tiernas al grill bañadas en una emulsión de balsámico, oliva, sal gruesa, romero y tomillo. Salieron jugosas, rojas por dentro y crocantes por fuera. Excelente compañía, la de la garnacha y el cordero. Excelente compañía la de los buenos amigos y la nostalgia.

Noche de San Juan, las doce las recibimos en un jacuzzi, luego de sonar algunas viejeras, el ipod nos disparaba:

                               “Si te quieres divertir con encanto y con primor,

                                solo tienes que vivir un verano en Nueva York...”

No hay comentarios:

Publicar un comentario