jueves, 14 de enero de 2010

Y tu abuela...

Cuando escuche a mi ex-jefe, que era racista primero y español después, decir “el negro es un animal costero”, me reafirme en que la mayoría de los libros de historia de Puerto Rico eran escritos por poetas románticos y no por historiadores. O, por lo menos, los utilizados en la escuela. Muchas partes de nuestra historia, que al día de hoy, lamentablemente, no se enseñan en las escuelas. Miedo a que? Cordero sumiso en el escudo... Asi somos? No lo creo. Que lo digan los que lucharon en otras tierras por otras tierras, ó los que pasaron por Jayuya en el '50. Ideales diferentes, pero demuestran que, de cordero, nada. Que el puertorriqueño es una unión de razas, la española, la india y la africana, nos enseñarían en la escuela. Como si esa “unión” no hubiese costado sangre y dolor. Algunos años antes en la universidad, el profesor de historia de PR, mientras hablábamos del tema del racismo, nos dijo seriamente, “tengo que admitir que a mi, los negros no me gustan… pero las negras si…”.


Mis bisabuelos por la vía cubana, vasco uno, de Santander otro. De los de acá, desconozco, aunque hay quien dice que mi abuelo materno era mallorquín. Tonos sutiles de racismo en la familia, como en todas. Verdad, que no es motivo de orgullo. Pero la raza negra llegaría por la ruta del amor…

En la cocina – nuestra - se funden razas y culturas, y el repugnante racismo pasa a un segundo plano. Mofongo con camarones al ajillo. Viandas con bacalao. Arroz con jueyes. Arroz con dulce. Sancocho. Filete de res con majado de yautía. Existen pareos inimaginables. Exquisitos. Motivo de orgullo de nuestra gastronomía. Pero, pienso, que es necesario conocerlas en sus particularidades antes de atreverse a apadrinar nuevos matrimonios. Admito que debí haber comenzado por las raíces negras e indígenas de nuestra cultura, pero la cocina española, con tanta historia, no deja de seducirme. Hasta en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, que ronda por mi casa en estos días, hace referencias a sus particulares gustos. Con el racista conocí la paella. En leña, para ser exactos, cantería sobrante del proyecto aquel que se convertiría en el puente mas largo sobre cuerpo de agua en nuestra isla. Me diría, con su usual arrogancia, que luego de hacer el caldo con los mariscos, a estos los podría botar. Caldo corto de un hervor para no maltratar las gambas, langostinos, clamares y mejillones. El soldador nos fabricaría una “paellera” tan grande como los pilotes que sostienen el puente. Abundante aceite de oliva, suficiente para cubrir el fondo. Masas de carne de cerdo y caderas de pollo primero. Cebollas, pimientos morrones, ajos y tomates plum picados pequeños después. Sofríe hasta que doren. Cuidado con el ajo que se quema. Sofríe luego en arroz – grano largo – hasta que este transparente. Azafrán al caldo, hasta que quede como espalda de gringo un verano en Boquerón, por aquello del tema del racismo… Bien distribuido el arroz, añade el caldo, el doble de la cantidad de arroz. En terminos tecnicos, proporcion 2:1. Sal en forma de cruz, como quien hecha la bendición. Coloca los mariscos, como adorno, sobre el arroz. Cuando comience a cantar, baja el fuego. Cuando seque, apaga y tapa. Sirve, come y suda la gota gorda como obrero – jincho, prieto, colorao o café con leche - en pleno proyecto de construcción.





3 comentarios:

  1. Juanci.....me fascina como mezclas temas y emociones tan complicados como el raciscmo, la historia, el amor..... para luego culminar con una sencilla pero exquisita receta.
    Gigi

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  2. Gracias, lo que intento es tomarle un dictado al corazon.

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  3. Juanci como siempre te digo lo mucho que disfruto tus relatos y las recetas ya que siempe nos da una lecion de historia, mi pasion, gracias por traernos estos momentos de placer tanto por la receta y por la historia misma, felicitaciones adorado sobrino

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